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Foto del escritorMilena Carranza

Entre el arte y el activismo, una Lima afroperuana atravesada por Victoria

Dedicado a todas y a todos los líderes afroperuanos que ya no están en cuerpo hoy con nosotrxs


Por Milena Carranza Valcárcel

Testimonio escrito para la mesa redonda sobre Victoria Santa Cruz, organizada por la Embajada del Perú en París, el Instituto Cervantes de París y la familia Santa Cruz, el 20 de noviembre 2024.



Video: Telmo Arévalo


“Por ahora solo puedo decir una cosa: soy peruana y soy negra. Soy negra y soy peruana. El día que sea una sola cosa, veremos.” Esta frase de Victoria la descubrí hace poco, y sí que la entendí. Sin embargo, es algo en lo que jamás había pensado hasta mis 20 años, hoy tengo 42. Mestiza, de familia blanca y andino-costeña, me había conectado con lo afro por la danza y también por la militancia de izquierda de mi familia, especialmente la de mi madre, pero no con experiencias de racismo directas en relación a lo que significaba ser afroperuanx.

 

LUNDÚ

A esa edad, inspirada por el misticismo de las Black Panthers, las Panteras Negras de Oakland, en Estados Unidos, entro a ser parte del grupo de jóvenes afroperuanos “Lundú”, que recién se formaba. Fue el primero que existió en el Perú. Era el principio de los años 2000 y Mónica Carrillo, gran lideresa que empezaba a darse a conocer -hoy radicada en New York y dedicada a la poesía-música-, se lanza con la iniciativa. A sus veintitantos, rompía esquemas con su inteligencia, fuerza, visión y determinación.


Es gracias a este espacio de activismo, de trabajo político, identitario, cultural y artístico, que empiezo a comprender esta realidad, que en teoría se sabe que existe, pero no a qué punto. Nunca olvidaré un día de tertulia clásica, post reunión de coordinación semanal, en la que varios de mis compañeros y compañeras coincidieron en que no se sentían peruanos. La reflexión fue larga, aunque fue más como una descarga. La discriminación que sufrían los hacía sentirse no parte de. Ellos y ellas, en ese momento, se sentían principalmente “negros” y “negras” en un país que no los reconocía y que más bien lxs trataba de extirpar. Caminando a su lado, durante dos años, conocí los gritos e insultos en la calle, la exotización, la hipersexualización, los estereotipos, los apodos y miradas, los diminutivos dichos con “cariño”, los prejuicios y el impacto sicológico de aquello, el daño a la salud mental, y lo increíblemente racista que era la mayoría de gente.



Sofía Carrillo, gran periodista y hermana de Mónica, militaba también en Lundú. Ella siempre declamaba “Me gritaron negra”. Así conocí el poema, desde los estertores auténticos del plexo solar de Sofía. Esas palabras venían desde su verdad. No las escribió ella, pero ella las había vivido. Yo siempre había escuchado poesía, pero nunca así, encarnada, viviente. En el 2002 viajamos todo Lundú al VIII Encuentro de Expresiones Negras del pueblo de San Lorenzo, en la región afroecuatoriana de Esmeraldas, frontera con Colombia, a presentarnos. Nos pasamos meses ensayando la obra de Victoria y Nicomedes, ya no recuerdo el repertorio exacto, pero algunas de sus composiciones interpretamos. Belén Cochambre, y su muerte, me tocó hondo. Luego tuvimos incluso el valor de representar la obra “las lavanderas” de Victoria, en una actividad para las niñas y niños del distrito afroperuano de El Carmen, en Chincha, por Navidad. Fue todo un riesgo, que asumimos con valentía (o inocencia), una interpretación libre, naif, pero con mucho respeto.

 



Dos hermanas mujeres activistas, conectadas fuertemente con el arte, de mucho poder, que sentaron una base, como Victoria lo hizo. Lundú – Centro de estudios y promoción afroperuano logró convertirse en su momento en una de las ONG’s afroperuanas más importantes y hasta el día de hoy sigue activa. Ellas promovieron valientemente la campaña para destituir prácticas racistas en la televisión peruana, particularmente el caso de JB y el “Negro mama” o el de la “Paisana Jacinta”, e incluso escribieron una propuesta de ley penalizando el racismo. Cito referencia de la página web de Lundú: En 2010 y 2013, el Tribunal de Ética de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión y el Ministerio de Transportes y Comunicaciones emitieron decisiones a favor de la denuncia de LUNDU. Este sería el primer caso de denuncia contra las manifestaciones de racismo en los medios de comunicación en el Perú.”  

 

EL TEATRO DEL MILENIO

Llegué a ver a Victoria en su espectáculo “La magia del ritmo” en el 2004, junto a Bartola y Eva Ayllón en el Centro Cultural Peruano Japonés. Fue un hito. Había regresado a vivir en el Perú después de décadas en Estados Unidos. Entradas agotadas. Luego la vi en el sentido homenaje que le hicieran en vida los ex integrantes del Conjunto Nacional de Folclore, a quien ella dirigió durante tantos años. Pero creo que la primera vez fue junto a los integrantes del Teatro del Milenio. Salíamos de una charla de la Embajada de Estados Unidos, no recuerdo el año, pero creo que era el Black History Month, el mes de la Historia Negra que se celebra todos los febreros. Y ahí estaba ella. Todxs se detuvieron a su lado a saludarla y, de pronto, ella hablaba para todxs. Yo no comprendía aún la magnitud de a quién tenía en frente, aunque bien sabía quién era.

 

Después de Lundú, el Teatro del Milenio -hoy conocido como Kimba Fa- ocupó ese espacio de trabajo-vida en comunidad que ya me hacía falta. Estaba en los últimos años de la carrera de comunicación audiovisual y, además, siempre había hecho danza, principalmente contemporánea pero también afroperuana. Así, me meto a los talleres de danza afrocontemporánea que dictaba Lucho Sandoval, el director del Milenio. Luego, de manera natural, me fui quedando allí metida, participando en todos los talleres que pude, tomándoles fotos para mis cursos de la universidad y hasta trabajando para ellos filmándolos en sus eventos.


Fotos: M.C.


El Milenio era, nada menos, que el primer grupo de teatro afroperuano que existía desde Victoria y Nicomedes. Ellos creaban sus obras, desarrollaban sus guiones, incluían danza, movimiento y música en vivo, y buscaban cuestionar la realidad afroperuana. Lo primero que vi de ellos fue un extracto de Karibú, una performance con cañas a cargo de Lucho, Jaime Zevallos y Oscarito Villanueva, los bravos. Luego vino “Noche de negros”, ya bajo la dirección musical del gran Roberto Arguedas, en donde hacen una crítica deliciosa al mundo de las peñas y la comercialización de las danzas negras. Después “Mama negra, mama tierra” y luego el boom “Kimba Fa”, con la que se hacen conocidos en toda la ciudad.


Fotos: M.C.


Lucho, cuando daba talleres de ritmo, o en los ensayos de sus obras y eventos, nunca dejaba de mencionar a Victoria, una de sus maestras. Muchos hemos recibido las enseñanzas de Victoria a través de él. El Milenio no solo fue un grupo de vanguardia en esa época, fue justamente un espacio de transmisión, un semillero increíble de nuevos talentos que luego desarrollaron sus propios caminos y proyectos. El mítico local que tuvieron en San Miguel, cerca al ex Bertolotto, en el malecón, fue durante años un espacio de convivencia para muchxs. Era al mismo tiempo un espacio de ensayos, de presentaciones de obras, de talleres de cajón, danza, ritmo, son de los diablos, de creación de máscaras e instrumentos no convencionales, de creatividad, identidad, reflexión, hermandad. Y con el gran logro de hacerlo, como lo es casi todo en nuestro país, sin financiamiento alguno, como dirían en Francia: de manera "precaria", o sea, a puro punche.

 

MAKUNGU

Acabé la universidad y no me encontraba. Decidí regresar a la militancia. Para entonces, el grupo de jóvenes afroperuanos Makungu, de la importante ONG CEDET – Centro de Desarrollo Étnico, se había independizado, y me gustaba mucho su energía. Ellos tenían un gran proyecto en mente, entre otras actividades que ya realizaban, que era crear una premiación anual que celebre la Identidad Afroperuana. Yo, ya profesional, me sentí preparada y me lancé a ser la productora. Fue un trabajo arduo y maravilloso con un grupo sumamente proactivo de mentes brillantes, seres humanos muy entregados que, en lugar de solo vacilarse en sus tiempos libres, como lo hace todo el mundo, preferían darle sus sábados -y otros momentos más- al trabajo por su comunidad. Ya luego nos íbamos de rumba, o la armábamos nosotrxs.  

 

La primera edición la realizamos en el 2008, en el Centro Cultural de España, de la mano de la Cooperación Española. Fueron 5 los premiados: el gran Carlos Hayre, en arte y cultura, considerado por muchos como el mejor músico peruano del siglo XX, que al subir al escenario a recibir el premio dijo, con la humildad y el sarcasmo que lo caracterizaban: “Yo creo que se han equivocado de persona”, y se bajó. En el sector empresa premiamos al exitoso Walter Noles, en deporte a Sixto Barrera y Lois Tristán, que ese año nos habían representado nada menos que en las Olimpiadas de Beijing y, finalmente, a Victoria Santa Cruz, con el especial premio a la trayectoria.


Fotos 1-3: M.C.


Recuerdo que de manera unánime Victoria fue la elegida para ese reconocimiento, fue como tácito. Ella lamentablemente ya no estaba en condiciones de salud para ir a recoger el premio, pero en su lugar fue su sobrino Octavio, gran artista y heredero actual del legado de Victoria. Sin embargo, algunxs habíamos tenido la suerte de poder ir a visitarla antes del evento, para contarle en persona lo del premio. Nos regaló gloriosos momentos de lucidez. En ese entonces ella ya no aparecía en público. Fue la última vez que la vimos.


En la tercera edición, en el 2010, el premio a la trayectoria se lo dimos a la gran actriz Esther Chávez, quien quiso recitar “Me gritaron negra” en la premiación. Rafael Santa Cruz, el popular, la acompañó en el cajón. En el público estaban varios de los ex integrantes del Conjunto de Danzas Negras del Perú y del Conjunto Nacional de Folclore dirigidos por Victoria, entre ellos Carlos Chevez y Juan Garrido, quienes cantaron los coros espontáneamente. Esa noche vibramos todxs y el espíritu de Victoria se hizo presente.



 

LA DESPEDIDA Y EL NEO RENACIMIENTO

Cuatro años después murió Rafael. Era el 2014. Ese mismo año murió también Victoria. No solo eso, murieron el mismo mes. Rafo el 4 de agosto y Victoria el 30. Fueron dos golpes intempestivos. Lo de Victoria se entendía por la edad. Lo de Rafo no. Pero además, quedamos todxs impactadxs de ver que el espíritu de Victoria quiso seguir al de Rafo. Él era su sobrino y habían sido muy cercanos. Ambos fueron velados en el Ministerio de Cultura. Fueron momentos de comunión sagrada para la comunidad afroperuana y para todxs los que los quisieron y admiraron. Para ese entonces yo ya comprendía la magnitud de quién se nos había ido.


Fotos: M.C.


Desde años antes, y en los años que siguieron, los grupos de jóvenes afroperuanos se fueron multiplicando poco a poco, así como los proyectos artísticos emprendidos por las nuevas generaciones. Lo interesante es que, en muchos casos, la herencia venía desde casa: hijxs de activistas, artistas, educadorxs afroperuanxs, etc. Y en varixs, la figura y la inspiración de Victoria era, y es, determinante. Algunos ejemplos: Colectivo Palenke, de Pierr Padilla Vásquez -nieto de Abelardo y muy cercano a Victoria-, Toño Vílchez, Andrés Arévalo, entre otrxs, marcó la escena musical afroperuana en su momento. El “Barrer Project”, llamado así por la canción “Hay que barrer” de Victoria, conformado por Sharún Gonzales, Anaí Medrano, Emeliza Palma, denominado como un “espacio de reflexión-acción y visibilización desde nuestro repensar ser mujeres negras/afrodescendientes”. Carlos Chevez (hijo), cantautor, introdujo al reggae peruano varias de las canciones de Victoria versionadas por él mismo. El gran muralista Joan Jiménez, más conocido como “Entes”, inmortalizó a Victoria en el jirón Lampa, en el Centro de Lima y Anaí Padilla Vásquez, actriz, hermana de Pierr, interpretó a Victoria de joven, en el musical "Kumanana", sobre su vida y la de Nicomedes, en Washington D.C. el año pasado.


Fotos 1 y 5: M.C. Imagen 3: Instagram de Barrer Project Foto 4: Joan Jiménez


Eliza Pfluker, fundadora y ex miembro del colectivo afrofeminista “Presencia y palabra”, describe a Victoria así, en el texto que leyó en la celebración de su centenario en el Ministerio de Cultura: “Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de nuestra Victoria y digo nuestra, porque es así como la siento; diaspórica, inter-PRETA-dora, sanadora rítmica, obsidiana antirracista, Victoria. (…) Victoria intelectual amadora como bell hooks, escrivivenciadora como Conceiçao Evaristo, dorora como Vilma Piedade; Victoria la de la llave o herramientas, que no son las del amo, como Audre Lorde, Victoria amefricana como Lelia Gonzalez, Victoria y el ritmohéroe de Eulalia Bernard.”

 

Victoria atraviesa toda la contemporaneidad afroperuana, desde la militancia hasta el arte. Desde al activista más radical hasta a los que bailan un landó o una zamacueca en la clausura de sus colegios, la mayoría sin saber de dónde vienen esas coreografías. La etnomusicóloga estadounidense Heidi Feldman, quien escribió el libro “Ritmos Negros del Perú: la reconstrucción de la herencia musical africana”, a mi parecer el más completo y agudo sobre la cultura afroperuana, comenta en él: “El proceso de crear y ensayar obras como Zanahary y Malató hizo de Victoria Santa Cruz una mentora carismática que despertó la conciencia diaspórica negra, la autoconciencia y el orgullo racial en los miembros de su compañía. (…) En los principales escenarios de Lima ella creó lo que no se había logrado en la vida real: un espacio en el que los negros peruanos podían celebrar – y ser aplaudidos por – la belleza y dignidad de su herencia cultural.”

 

ESTADO DE PRESENCIA

Victoria era un ser iluminado y, como tal, una luminosa activista. Aunque no se considerara tal, lo que hizo a través del arte fue lucha social, ella aportó a transformar nuestra sociedad. Sino por qué estamos acá ahora reunidxs. Un activismo revolucionario, ya que no partía de un dogma, partía de lo orgánico, del ritmo y de la cosmovisión entera que este representa. Es este estado de presencia, como decimos en el budismo, que me conectó con este camino desde un inicio, al principio sin ser consciente de ello, pero sintiéndolo, y es desde ahí que comparto mi testimonio esta noche.

 

El legado de Victoria no solo es para lxs afroperuanxs, afrodescendientes, artistas o activistas, es humano. Y tenemos la responsabilidad de nutrirnos de él, en particular del legado de la cultura afroperuana por extensión, para todos lxs peruanxs acá presentes, y de la cultura afrodiaspórica y africana en general. Porque, como parafrasea Heidi a Victoria: “este -el ritmo- es el secreto que debemos penetrar por medio de nuestro cuerpo físico y que funciona como vehículo, nunca por medio del intelecto frío y colonizador”. Como vehículo para seguir averiguando quiénes somos -ahora más que nunca como migrantes-, para encontrar nuestra identidad dentro nuestro y, solamente así entonces, poder bailar bien.



Video creado para la misma mesa redonda para la cual fue escrito este testimonio.

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